- Lava y vuelve a lavar los blancos: las prendas blancas suelen ser las más frecuentes en cualquier casa, y por ende las más usadas, lo que se nota. Si quieres devolverle a tus blancos esa imagen impecable, un buen consejo es lavarlos dos veces.
La primera lavada la realizaremos de forma convencional, solo que añadiremos un poco de lejía desde el inicio. Posteriormente, en la segunda lavada, usaremos un poco de agua oxigenada cuando el ciclo llegue al último enjuagado. Luego de unos diez minutos retiramos la carga, secamos, y listo: blancos radiantes.
- Nunca pierdas los colores: La ropa del hogar colorida es fantástica, puede darle vitalidad de inmediato a cualquier espacio, crea una mayor armonía entre todos los elementos, y nos ayuda a resaltar exactamente lo que queremos en cada habitación. Sin embargo, estos textiles no son “inmortales”, y con el tiempo van perdiendo ese color que tanto nos cautivó la primera vez.
- Sábanas sin arrugas, sin esfuerzo: A todos nos encanta lanzarnos en una cama bien extendida, con sábanas impolutas y donde no se asome ni una arruga. Claro que, por mucho que nos guste esto, todos detestamos doblar y planchar la ropa de cama. Si tan solo existiera una forma de conseguir sábanas lisas sin tener que partirnos el lomo planchando… ¿qué?, ¿existe?
La próxima vez que vayas a secar sábanas en una secadora, dóblalas antes de iniciar el ciclo. Verás que cuando las retires estarán impecables, sin rastro de arrugas.
- ¿Quemaste la ropa? No todo está perdido: Quemar una prenda durante el planchado o por algún accidente puede sonar a fin de mundo, a daño irreparable. Y si bien es cierto que no hay nada que hacer si reduces el textil a cenizas, sí hay un margen de mejora en las pequeñas quemaduras.